
En el siguiente paseo tuvo ocasión de observar «a un hombre enfermo, que padecía grandes sufrimientos, caído y revolcándose en sus propios excrementos».Transcurridos unos días, el joven príncipe volvió a salir del palacio en compañía de su cochero y esta vez se encontró con «mucha gente vestida de diversos colores, construyendo una pira funeraria». Todas estas experiencias llenaron al futuro Buddha de perplejidad, desilusión y tristeza. Una vez más, salió a pasear y vio, en esta ocasión: «un individuo con la cabeza rapada, un ermitaño que llevaba un hábito amarillo».
En efecto, en su recorrido por el parque halló a un asceta errante, un buscador de la verdad, que, después de abandonar a su familia, se retira a la soledad del bosque y continúa su senda religiosa como un mendigo. Siddhârta abandonó de inmediato a su familia y su lujoso palacio dedicándose en cuerpo y alma a la práctica de diversos métodos de ascetismo y desapego .
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