La muerte atribuida a causas naturales, también conocida como muerte biológica, se produce porque nuestro biosistema termodinámico es incapaz de obtener y manipular autónomamente su energía interna y la de su entorno, por haberse hecho dependiente de procesos espontáneos. La muerte es el estado final de cualquier biosistema, íntimamente vinculado a su máximo nivel de entropía, es decir, no dispone de energía útil, lo que supone un estado final irreversible. Así, un organismo muerto, incluyendo a los humanos, jamás retornará a la vida, ya que ello implicaría la violación de la naturaleza de la entropía, al haber alcanzado el máximo de ésta, según la tendencia de los procesos naturales o espontáneos.
En termodinámica, la entropía (simbolizada como S) es la magnitud física que mide la parte de la energía que no puede utilizarse para producir trabajo, pudiendo compararse con el desorden. Su valor, en un sistema aislado, crece en el transcurso de un proceso que se dé de forma natural o espontánea. Cada cuerpo cuenta con su valor máximo de entropía, aunque éste no se puede saber de antemano, ya que sólo se pueden calcular variaciones de entropía.
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